27/9/11

Se transforma

Se transforma:
En el interior de nuestra estrella, el Sol, hay trillones de núcleos atómicos y partículas alfa a una temperatura de varios millones de grados. Encierran una energía nuclear inmedible para nosotros. En la superficie de la gran bola, constantes y turbulentas explosiones atómicas liberan parte de esa energía y la escupen al universo. Se forman llamaradas del tamaño de los planetas.

 
Cuando esa energía sale del sol, en forma de energía electromagnética, viaja como luz multifrecuencia en todas las direcciones. Una mínima parte llega a la Tierra 8 minutos después de partir del sol. Uno de esos rayos llegó no hace mucho a un campo de la meseta Castellana de un país llamado España. Al aterrizar se produjo uno de los mayores portentos que conoce el ser humano: la fotosíntesis. Materia inorgánica se convierte en materia orgánica. Energía luminosa se transforma en energía química, almacenada en enlaces entre átomos de carbono e hidrógeno. Lo que hasta el instante anterior era veloz como un rayo queda atrapado en un enlace covalente, casi estático, reteniendo la energía en un nuevo modo.

Este enlace no está solo. Mira alrededor y ve que lo mismo ha pasado en otros muchos átomos y se han formado millones de moléculas de algo llamado almidón. Todas ellas están en un grano de trigo, que tampoco está solo. El campo castellano donde llego el rayo está plagado de miles de granos que contiene billones de enlaces covalentes, todos almacenando una fabulosa cantidad de energía química.
 

Durante unos días no pasa nada. La energía sigue en su enlace. Una mañana un ruido grande llega el campo. Una máquina rara, una cosechadora, recoge todos los granos de trigo, que son transportados a un almacén y de ahí llevados a una fábrica donde son triturados para formar harina. Nuestro enlace covalente está intacto. Sigue almacenando la misma energía.No pasan muchos días y varios kilos de esa harina son llevados a un sitio que huele muy bien: una panadería. Hacen allí una masa juntando los granos de harina con leche, huevo y azúcar. Todo entra en un sitio calentito a 180 ºC y se transforma en rico bizcocho. El enlace covalente ni se ha inmutado. Sigue almacenando la misma energía.
 
Al día siguiente el bizcocho es vendido, con su energía dentro, y lo compra un tal Fer, que lo lleva a su casa y se merienda un buen trozo. Nuestra molécula ha entrado en el cuerpo de Fer donde recorre diversos tubos hasta ser echada a un torrente de sangre que fluye por otros tubos más pequeños. Es divertidísimo: la molécula, con sus enlaces covalentes, da varias vueltas por el cuerpo. A cada vuelta pasa por una bomba que la empuja para que siga circulando.

Tras no muchas vueltas, la molécula es atrapada y llevada a un gran almacén, el hígado, donde se guarda en forma de glucógeno. Nuestro enlace covalente sigue sin cambios, almacenando su energía química.

A la mañana siguiente suenan todas las sirenas del cuerpo. Resulta que Fer se ha levantado contento, se ha puesto zapatillas deportivas y ropa cómoda, ha salido a la calle y ha empezado a correr. Los miles de millones de moléculas guardadas en el hígado quieren salir para dar su energía a la carrera, para participar de este juego. La nuestra cree que no le va a llegar el turno, pero quince minutos después se pone contentísima cuando le dicen que se prepare, que pronto sale. Y así es: nuevamente se encuentra en el líquido rojo que en unos pocos segundos la transporta hasta un músculo llamado cuádriceps. Allí una hormona la empuja al interior de un globito llamado célula, y dentro a otro globito más pequeño llamado mitocondria. Muchos cambios se producen, hasta formar una molécula ATP (adenosín trifosfato). Nuestro enlace covalente ahora se encarga de sujetar precisamente a uno de los fosfatos. Sigue fuerte, con su energía almacenada.

En menos de cinco segundos otra hormona le dice: “Cuando notes un cosquilleo intenso, un impulso que llega por ese cable neuronal, suelta el fosfato, libera toda esa energía potente que llevas dentro. Es que el músculo donde estamos tiene que contraerse para que Fer dé una zancada más”. Milisegundos después llega el impulso y el enlace de nuestro ATP se rompe soltando el fosfato y liberando de forma súbita toda su energía. Es un acto de generosidad, de donación total sin esperar nada a cambio, un acto de verdadero amor. El músculo se contrae gracias a la energía de millones de moléculas ATP, generándose energía mecánica, una nueva forma llena de movimiento y diversión. Todo ello, con una sincronización casi perfecta, producen una zancada.

Y así termina la larga historia de nuestro trocito de energía, que fue nuclear durante miles de años en el interior del sol, que durante 8 minutos fue electromagnética viajando hasta la Tierra, que durante unas semanas fue química en enlaces de moléculas, que un instante fue mecánica en una zancada de un entrenamiento de Fer, y que acabó sus días en forma de calor disuelta en la inmensidad del universo.

De Fer.

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